EL MISTERIO DE LA SERVILLETA. CUENTO REAL COMO LA VIDA MISMA.

Anoche decidimos acabar para la cena un pollo con hierbas cocinado con una reducción de Pedro Ximenez que nos había quedado de fábula. Tomamos una fuente de Pírex y nos pusimos a calentarlo.
Acabamos el primer plato y me levanté con mi servilleta de color crema en la mano para acercarme a la placa de cocción y retirar la bandeja con el pollo. En el instante de retirar la bandeja, ésta inexplicablemente explotó y los vidrios y el pollo y la salsa se desparramaron por encima de la placa.
El susto fue… Y no acabo de entender lo sucedido porque el Pírex es un vidrio especialmente tratado para soportar el calor.
Excuso decir que nos costó un buen rato retirar los vidrios rotos, limparlo todo y asegurarnos de que no quedaba nada sobre la placa ni en el suelo de la cocina. Nuk, nuestro perro, había desaparecido y se había escondido en lo alto de la escalera, de donde no se movió hasta la hora de ir a dormir. No tiene ni un pelo de tonto.
¡Bien! A grandes males, grandes remedios. Así que decidimos sustituir el pollo por un socorrido pan con tomate y jamón. Lo preparamos y nos sentamos a la mesa.
Justo en ese instante descubro que no tengo la servilleta. Me levanto, la busco cerca de la placa de cocción, la busco por toda la cocina, la busco sobre la mesa… Nada. Que ha desaparecido. Le pregunto a mi esposa si la ha visto, me contesta que no, que tome otra. Y entonces decido tomar una de papel para no ensuciar otra.
Cenamos, acabamos, recogemos la mesa y se me ocurre mirar en el cubo de la basura. No sea que… Pues, no. Tampoco está ahí. Y no he salido de la cocina en todo ese tiempo.
Daban por televión una entrevista interesante y decidimos ir a la sala a verla. Una vez vista, nos fuimos a dormir. Y yo preocupado porque había desaparecido misteriosamente la SERVILLETA DE COLOR CREMA. Lo comento de nuevo con mi esposa que me mira y acepta que se trata de un verdadero misterio.
Justo en el instante de quitarme el jersey noto que algo cae al suelo. Miro y me encuentro con ¡LA SERVILLETA!
Y entonces se hace la luz sobre el misterio.
En el instante que explotó la bandeja, no sabía dónde dejar la servilleta y me la puse en el hombro como haria cualquier cocinero o camarero que se precie en un acto puramente mecánico y ahí permaneció, sobre mi hombro, durante todo el tiempo que tardamos en recomponer la cocina, cenar, ver la televisión, charlar e irnos a dormir. Ni ella, mirándome, se dio cuenta de que la servilleta estaba a la vista. Y nunca menjor dicho, porque el jersey que llevaba era de color… ¡NEGRO!

Nos hemos reído mucho y hemos concluido que un poco de humor siempre viene bien, pero nos hemos dicho: por favor, la próxima vez abre los ojos y despierta.


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