MATAR A UN… LIBRERO

Recuerdo “Matar a un ruiseñor”, novela de las escritora Harper Lee. Extraordinaria historia de la que salió una más que magnífica película protagonizada por un incuestionable Gregory Peck en el papel de abogado defensor de un hombre de color. Y he dudado entre poner a este escrito el título de esa obra o dejarlo como está.

También he sentido la tentación de ponerle el título de “Crónica de una muerte anunciada”, del entrañable y único Gabriel García Marquez, pero… demasiado plagio para una historia tan triste.

La noticia ha aparecido el pasado mes de julio en los Estados Unidos de América. Dice así: “Por primera vez en la historia, los beneficios de los libros electrónicos (ebooks) han sido superiores a los de los libros de tapa dura. Aún están por debajo de los de los libros de bolsillo, pero van creciendo.”

A partir de aquí se ha producido un estallido en los nervios de las editoriales, porque coincide con otra noticia espeluznante para ellos: “John Locke, sin ayuda de nadie, sin ninguna editorial detrás, se autoeditó, lo colgó en Amazon y ha conseguido el millón de descargas, con lo que entra a formar parte del preciado y restrigido club de los millonarios en descargas, siendo el número ocho que lo consigue. La única diferencia con los siete restantes es que él no ha pasado por ninguna editorial”.

¿Quién es el responsable de semejante desaguisado? Los que se creyeron dioses, los que pensaban que dominaban el mercado y que todo tenía que pasar por ellos; los que establecían las normas, los que dictaban sus leyes, los que, en definitiva, imaginaron que la cultura eran ellos. Los grandes grupos editoriales. Ahora deberán cambiar sus planteamientos, tener más en cuenta a los autores, escucharles más, pensar más en ellos y estarles más agradecidos, porque el mercado ha cambiado sus leyes.

Pero, por desgracia, los nuevos planteamientos se van a llevar por delante a más de uno, que ya estaba tocado por otros errores cometidos en pro del negocio rápido.

Los grandes grupos han dado sus libros a las grandes superficies, sin darse cuenta de que con ello estaban atacando a los libreros, a aquellos que de su oficio hacían un arte y de su buen hacer una escuela, a los que podíamos dirigirnos para que nos recomendasen una lectura en función de nuestros gustos.

Y las grandes superficies quitaron clientes a las librerías, que empezaron a cerrar.

Ahora la cadena se acorta, pierde eslabones, y uno de los que va a tener que remar y encontrar su puesto es el librero, el que aconsejaba, el que escuchaba, el que charlaba contigo y, al final, te mostraba lo que tú buscabas.

No sé hacia dónde tiene que ir el mercado, pero parece claro que va a matar al librero, si no encuentra su rumbo, porque incluso los libros de texto, tal como los conocemos, tienen sus días contados.

Y la próxima vez revelaré por qué no quedó ni rastro de Pangea ni de su civilización, que muchos ya me lo han preguntado. Y la respuesta es tan simple…


6 Comments

  1. Jordi Díez

    Me recuerda tanto a otros mercados que he visto morir en mi vida profesional. Recuerdo cuando los planos se hacían con estilógrafos, o con plotter de plumillas (un inventazo…), y como los distribuidores de aquellas piezas para arquitectos, diseñadores, etc., te trataban como si fueran los poseedores del elixir de la eterna juventud y nosotros simples mortales. Después vino el plotter de tinta de inyección y quebraron sus negocios. Alguien se acuerda de Rotring?
    Pues tengo la sensación de que el mundo editorial está viviendo algo parecido…

    • Sí Jordi, estamos viviendo un cambio de era en muchos órdenes. De eso no hay la menor duda. Y no tendremos más remedio que adapatarnos, porque el cambio viene a marchas forzadas. Un abrazo, colega.

  2. Marlene Moleon

    Estimado Alberto:
    Hace unos meses pensaba de esa manera. Hoy soy más optimista. No me cabe duda que librerías desaparecerán y que las que sobrevivan se convertirán en “boutiques” con una ingeniosa selección en sus estantes y en negocio combinado, (café por ejemplo). Esto lo confirmé hace poco en Kramer Books & Cafe, en Washington http://www.apartmentshowcase.com/blog/northwest-dc/2011/03/paperbacks-pancakes-kramerbooks-in-dupont-not-your-typical-bookstore

    • Estimada Marlene:
      Por fortuna la imaginación del ser humano no tiene límites y somos capaces de adaptarnos a todo. Con esa esperanza vivo y con el deseo de que la tecnlogía no acabe por matar las relaciones humanas, sino que las haga más estrechas. Gracias por escribir.

  3. Yo creo que todavía hay libros de papel para rato. Esta revolución puede favorecer también a los libreros que se suban al carro. John Locke (y muchos como él) autoedita sus libros pero lo hace tanto en formato electrónico como en papel, a un precio que no suele pasar de los diez dólares. En España no sé, pero en el mundo anglosajón están proliferando las librerías «indies», que venden libros de autores que se han autoeditado.

    • Gracias por tu comentario Carmen. Espero que sea cierto y que quede libro de papel para largo, pero me temo que acabará siendo minoritario.

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