DIOS: NO ME BENDIGAS, POR FAVOR.
Publicado por albert el 7 Ene 2013 en Abre los ojos y despierta | 1 comentarioMe han dicho que si rezo Dios me bendecirá y me librará de todo mal.
Muy bonito. Incluso precioso, estimulante y tentador.
Lo primero que me he preguntado es: ¿Cómo debo rezar? Quizás con una oración aprendida de pequeño, o puede que con una de las muchas fórmulas establecidas, en dónde te dicen lo que has de decir, lo que has de pedir y con qué palabras…
No. Parece que lo más correcto es pedir lo que sientes en tu corazón. Sí, me he dicho, éste debe ser el camino, porque como dicen que Dios lo ve todo, lo sabe todo, y todo de todo, pues supoongo que cada cual debe pedir lo que debe de pedir. Sin más. Porque, puestos a meditar: ¿Quién conoce mejor mis necesidades que yo mismo? ¿O existe alguien que se arroga el poder de conocerme mejor que yo?
¡Bien! Ya he resuelto el primer problema. Ahora voy a por el segundo.
¿Qué pido?
Pues… no sé. Puedo pedir salud, cosas buenas para los míos, que todo me salga bien, que los problemas se me acaben, ser feliz, tener cuanto necesito, que haya paz en el mundo, que se acabe el hambre, que…
Lo siento, pero no me sale. Me parece… no sé… banal pedir estas cosas.
¿Pero qué dices?, quizás grite alguien. Pedir por la paz en el mundo, pedir porque se acabe el hambre, pedir por el buen común… son cosas maravillosas.
Quizás sí, pero parece como si aceptase que soy mediocre, mi vida es mediocre y todo es tan mediocre que necesito que alguien me eche una mano constantemente. Luego, necesitaré estar agradecido eternamente y entre la necesidad y el agradecimiento se me pasará toda una vida.
Creo que mi oración debería ser: «Dios no me bendigas, por favor. Deja que me equivoque para que pueda aprender. Porque, si no aprendo… ¿para qué te sirvo? A ti y a los demás.»
Sí, mejor rezo así y al final abriré los ojos y despertaré, sin que nadie me ordene nada ni me diga lo que tengo que hacer y, evidentemente, sin que me domine. Entonces seré libre y podré hacer cosas. Para eso hemos venido, ¿no? Para hacer cosas.
Estimado Albert, me confiezo un atrevido por tutearlo, pero es que conozco su obra hace ya algunos años y eso me genera una sensación nada sensata de familiaridad. De hecho era todo lo que sabia de usted, sin embargo me bastaba para sentirlo como un amigo, alguien siempre dispuesto a dar desde sus paginas una mirada distinta de todo esto que llamamos sociedad, historia, religión o vida…
Naturalmente esto no me basta (o no debería bastarme) para dirigirme tan atrevidamente a usted, aunque henos aquí… supongo que son las facilidades de la internet (ese nuevo dios que alimentamos cual fiera insaciable) que me permiten la impunidad de estas palabras.
Ahora si, basta de preámbulos y me meto de lleno en lo que realmente quería decirle:
Hace tiempo que razono sobre dios de una manera parecida a lo que usted escribe en esta publicación, su existencia y comportamiento y lo mal que cuadra eso con la visión que nos dan de chicos sobre él. Sin embargo hay aun algo mas tentativo para mi imaginación, supongo que usted estará al tanto de los relatos sobre Abraxas. Al menos quiero suponer que sabe un poco mas que yo, que simplemente leí «Demian» de Hermann Hesse y a partir de ahí me enfrasque en un viaje intentando descubrir mas de este curioso personaje mitológico, porque como bien deja usted en claro en «El Informe Phaeton» los mitos son los gritos de nuestros antepasados que no quieren que los olvidemos… y hasta ahí mi aventura, no logro dar con nada, quizás por mi destino de nacer tan lejos geográficamente hablando, de todo documento antiguo o escrito que pudiera existir al respecto. O quizás solo porque no hay nada que descubrir. En fin, a lo que quiero ir es que salvando algunas cosas que pude leer buscando en la web, Abraxas es reconocido pero no explicado, se sabe su nombre pero nada mas.
No le escribo pidiéndole ayuda, solo le escribo porque al día de la fecha (14/04/2015) recién conozco su blog y al leer esta publicación me trajo profundos deseos de compartir con usted sobre este tema.
Y así sin mas me despido Albert, dejandole un cordial saludo y deseándole la mejor de las aventuras.